viernes, 1 de mayo de 2015

La ciudad del Manuscrito 512

Escrito por exploradores portugueses del siglo XVIII.


La entrada a la gran ciudad de la selva estaba delimitada por tres grandes arcos de piedra, siendo el del centro mayor y los externos menores; sobre el arco principal había varias extrañas incisiones, quizás letras.
Más allá de los tres arcos había un camino largo, con cimientos de casas de una parte y piedras esculpidas de la otra. Algunas de estas casas tenían dos pisos con terrazas, algunas construidas con ladrillos, otras con lastres de piedra.
No había cerámica ni muebles por medio de los cuales se pudieran conocer las características de la gente que vivía allí: las casas eran todas oscuras en su interior, sin aberturas y, como las habitaciones eran tan grandes, las voces resonaban formando extraños ecos. Terminada la calle principal que era bastante larga se llega a una plaza cuadrangular al centro de la cual había una columna de piedra negra de altura extraordinaria y sobre su cima había una estatua de un hombre de altura normal que tenía el brazo derecho extendido, como indicando el polo norte.
En cada ángulo de aquella plaza había algunas grandes agujas parecidas a las utilizadas por los antiguos romanos, y otras ya dañadas por el tiempo.
Al lado derecho de esta plaza había un grandioso edificio, como si fuese la residencia principal de algún rey o señor importante, tenía un gran salón en la entrada, y muchísimas habitaciones…
En el pórtico principal de la calle había una figura humana en bajorrelieve adornada con coronas de laurel: representaba una persona joven, sin barba; debajo de esta figura había grabados en el muro algunos extraños caracteres.


En la parte izquierda de la misma plaza había otro edificio totalmente en ruinas, y por su forma y su estilo nos dimos cuenta de que pudo haber sido un templo, porque conservaba todavía una parte de su magnífico frontispicio y algunas columnas de piedra maciza: el templo era muy grande y en sus paredes en ruinas podíamos observar algunas figuras y retratos tallados en la piedra con cruces de varios estilos, aves y otras pequeñas y extrañas formas.
Después de este edificio había una gran parte de la ciudad casi totalmente en ruinas y parcialmente enterrada en grandes cavidades en la tierra, sin que allí creciera hierba, árboles u otras plantas. Sólo se podían ver lastres de piedra esculpida… quizá esta destrucción fue causada por algún terremoto.
En frente a esta plaza fluía un río muy ancho, de aproximadamente 22 metros, cuyos márgenes estaban exentos de ramas o troncos que, por lo general, las inundaciones llevan río abajo; queríamos darnos cuenta de su profundidad y verificamos que sus partes más profundas llegarían a 30 metros.


 Del otro lado del río hay extensos campos amenos, y a todo su alrededor hay varios lagos y numerosos arroyuelos de agua fresca y pura, con muchas ocas fáciles de coger incluso con las manos. Caminamos tres días siguiendo el curso del río y hallamos una gran cascada donde las aguas al caer hacen mucho ruido.


Catarata de Paititi
 

Después de este salto el río se alarga tanto que parece un Océano, y hay muchas islas cubiertas de selva y numerosos árboles dispersos que flotan. En estas praderas encontramos muchos animales que corrieron detrás de nosotros, que nos persiguieron.
En la parte oriental de esta cascada había varias galerías subterráneas y muchas cavernas, tanto que intentamos calcular con cuerdas su profundidad, pero casi nunca lográbamos tocar el fondo. Además, hallamos varias piedras en el terreno con venas de plata como si hubieran sido extraídas de una mina.


Entre estas piedras vimos una que tenía extrañas inscripciones muy misteriosas;
 


Lejos de la ciudad, a un tiro de cañón, hay un edificio como si fuera una casa de campo, con un lado de doscientos cincuenta pasos de longitud, y a través del cual se entra por un gran pórtico y se sale por un escalón de piedras de varios colores que lleva a una gran plaza y, a todo su alrededor, hay quince casuchas abandonadas en ruinas, cada una de cuyas puertas dan a la plaza, y en las cercanías encontramos una columna con algunas extrañas letras incisas en la piedra; eran éstas:
 


Después de haber admirado estas cosas, empezamos a caminar a lo largo del río con el fin de buscar oro, y encontramos de inmediato algunos signos alentadores de la presencia de oro y plata.
Pensamos que el pueblo que vivía en la ciudad debía haber abandonado toda la zona mucho tiempo atrás; de hecho, no hallamos a nadie en todo el territorio que nos hubiera podido contar de quién había sido esta ciudad o que nos hubiera podido mostrar sus ruinas y la grandeza que tenía, y dicho con cuánta población contaba y su opulencia en los siglos de su máximo esplendor, ya que hoy estaba, en cambio, poblada solamente de murciélagos, ratones, ocas y otros pequeños animales. Los ratones tienen patas tan cortas que casi saltan como si fueran pulgas.
 Uno de los nuestros, llamado João Antonio, encontró cerca a las ruinas de una casa una moneda de oro donde estaba impresa una figura esférica, más grande que nuestras monedas de seis mil cuatrocientos; de una parte estaba la figura de un muchacho, y de la otra parte un arco, una corona y un dardo, pero pensamos que al interior de la ciudad sería difícil encontrar otras porque probablemente todo fue parcialmente destruido por un poderoso terremoto, y sería necesario excavar a fondo para poder encontrar otras de ésas…

Estas noticias las envío a V.M. desde esta zona de la Bahía, y de los ríos Paraguassú, Uná, seguros de no haber encontrado a ninguna persona, porque pensamos que se habían despoblado las ciudades y los campesinos.

 












 La ciudad perdida se localizaría en la frontera con Bolivia, o directamente en la áspera cordillera de Huachaco (Bolivia oriental), al interior del parque nacional Noel Kempff Mercado, una enorme área deshabitada y protegida situada en el confín entre Bolivia y Brasil.

YURI LEVERATTO
Copyright 2011
Es posible reproducir la totalidad de este artículo indicando el nombre del autor y citando la fuente www.yurileveratto.com
La traducción integral del Manuscrito 512 del portugués antiguo es obra de Yuri Leveratto, y su reproducción debe ser autorizada.

No hay comentarios:

Publicar un comentario